El bibliotecario


Vaya, no te he oído entrar. Pasa, pasa. Me has pillado quitándome el traje de bibliotecario. Siéntate.

  Sin él no soy más que un chico normal y corriente, así puedo relajarme de vez en cuando. Dime, ¿qué tal la visita? Espero que te esté gustando la biblioteca.

  Sobre mí... bueno, desde pequeño siempre me han encantado las historias. Estoy seguro que la culpa es de mi padre, que siempre nos leía un cuento a mi hermana y a mí antes de dormir (algo que hizo durante muchos años). O mejor, se los inventaba. Así descubrí que crear historias era más fácil de lo que parecía.

  El problema era cómo, y ahí entra mi madre. Gracias a su insistencia entré en un curso de creación literaria donde conocí a mi madrina de letras: Adriana Serlik.

  Pero luego llegó lo más difícil: mantener llena la hoja en blanco y perfeccionar lo que escribía en ella. Aquí entra en juego mi novia Marta, que sufre la mayor parte de las consecuencias: horas de silencio o ausencia, lecturas en voz alta (y lo peor, del mismo texto una y otra vez) y la pregunta más repetida: ¿está bien? ¿seguro?

  Si has llegado hasta aquí porque te gusta escribir sabes de lo que hablo. Si has llegado porque te gusta leer, estoy convencido de que ya te imaginabas que la vida del escritor era algo así (si creías que era nadar en dinero, me caes bien, pero no).

  Leo desde que tengo uso de razón, pero también me encantan las películas desde muy pequeño. Luego descubrí el cómic en todos sus formatos y estilos, y también la poesía y el teatro gracias a mis estudios en Filología Hispánica. Me formé como profesor y actualmente soy corrector y editor. Como ves, he orientado mi vida hacia lo que me gusta, hacia mi forma de ser y hacia lo que me hace feliz.

  Para terminar, y como dato curioso, tengo que confesaros que descubrí la magia de las bibliotecas muy, pero que muy tarde, a los veinte años, cuando me contrataron para trabajar en una y ya no tuve más remedio que entrar por la puerta.

  Hasta ese momento pensaba que las bibliotecas eran lo peor que le podía ocurrir a los libros: niños rompiendo y ensuciando páginas, adolescentes doblando esquinas o subrayando párrafos enteros, y lo peor, ¡devolverlos a las pocas semanas!

  A día de hoy puedo deciros que no podía estar más equivocado. A ver, no he dicho ninguna mentira tampoco, pero eso no quita que las bibliotecas, al contrario de lo que pensaba, son lo mejor que le puede pasar a los libros y, sobre todo, a los lectores.

  ¡Son gratis! Cuando me enteré, cogí todo lo que mi recién estrenado carnet pudo soportar (y mis brazos) y me llevé a casa libros que de otra forma no hubiera pensado siquiera leer. No pagaba por cosas que no sabía si me iban a gustar. De esta forma descubrí libros nuevos, sagas enteras, autores que pasaron a formar parte de mi lista de favoritos, incluso libros infantiles, películas, libros en otros idiomas, y audiolibros.

  Sencillamente maravilloso.

  Y con ese espíritu decidí empezar este proyecto. Ahora te toca a ti hacerlo realidad o no.

2 comentarios:

  1. Blas, entonces trabajas en una biblioteca como yo o solo fue en el pasado?

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    1. Trabajé en una biblioteca, en pasado. Ahora soy corrector :)

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